Tira Carlos Alcaraz ese último revés desganado y cabreado, como si tuviera prisa por irse de la pista y deseando que acabe todo porque sencillamente, este 3 de octubre no es su día. Errático en la resolución del tie-break y en las opciones de rotura (2 de 9), fallón cuando no debía, cede ante el formidable Jannik Sinner (7-6(4) y 6-1, en 1h 55m) y se queda a un paso de la final de Pekín que disputará el italiano el miércoles contra el ruso Daniil Medvedev, superior a Alexander Zverev (6-4 y 6-3). En esta ocasión, el foco es merecidamente para el adversario, que asciende al cuarto peldaño del ranking, se convierte en el segundo jugador de su nacionalidad que accede al top-5 –tras Adriano Panatta, quinto en 1976– y aspira a su tercer trofeo de la temporada tras los de Montpellier y Montreal. Definitivamente, Sinner es la némesis. No hay nadie que haya rendido cuatro veces al de El Palmar.
Se cuenta desde hace tiempo que con ellos, el tenis del mañana está en buenas manos. Aún se recuerda la majestuosa exhibición del curso pasado en Nueva York y todos los encuentros dirimidos hasta este choque asiático insinúan una rivalidad llamada a marcar una época. No decepciona tampoco este duelo de Pekín, otra muestra del potencial de ambos y de que si hoy por hoy hay algún compañero generacional que pueda rebatir al español, ese es el italiano. Pese a que todavía le falte un golpe de tuerca para poder elevarse en los grandes escenarios, el juego industrial de Sinner se confirma como su kriptonita. Novak Djokovic y Medvedev al margen, no hay nadie que contrarreste tan bien, que replique con tanto empaque ni que le conduzca tan al límite como él, joven tenista de dos derechas. Un Nole de hielo, una perforadora de primera línea.
Y eso que esta vez le cuesta entrar en calor. Traspuesto la jornada anterior, entre vómitos ante Grigor Dimitrov, entra al partido como si le fallaran las fuerzas, poco entonado de entrada y un par de marchas por debajo de Alcaraz, a lomos el murciano del cohete que le ha transportado hasta el cruce de semifinales. Araña de inmediato el español el break y llega a disponer de dos opciones de rotura en el tercer juego que le van a pesar (y mucho) en el subconsciente. Se escapa un tren fundamental. No atina, salva medio pescuezo Sinner y, de repente, el italiano deja atrás la siesta y activa la máquina. Pura tecnología. Cambia radicalmente la historia, de igual a igual; por momentos, una especie de campeonato por ver cuál apura más a la línea y, sobre todo, quién le pega más duro. En plenitud los dos, el juicio es harto complicado. En cuestiones de vértigo, no hay propuesta mejor ni brazos más contundentes.
La vigorosa expresividad de uno –”¡Arriba, arriba!”, se exige Alcaraz cuando empieza a detectar con no está del todo fino– contrasta con la extrema frialdad del otro, el modélico empleado de guante blanco que ejecuta rápido y bien, siempre aplicado y metódico. Ni una mosca le despista. Tampoco le importa el cansancio a Sinner, profundizando y exigiendo en cada tiro, recto pese a los zambombazos que propone el rival desde la otra trinchera. Con muñeca firme se adueña del timón del duelo –del 0-2 adverso al 4-3 a su favor– y va castigando los errores cada vez más frecuentes del murciano. Va perdiendo este la lucidez en los intercambios e inclinándose conforme avanzan los minutos, pero aun así discute el primer parcial; eso sí, se desinfla en el desempate a raíz de varios errores y arrastra la dinámica hacia el segundo set, en el que no hay debate alguno.
Obliga Sinner a Alcaraz a la reflexión. Sabe el pelirrojo que cualquier opción pasa por impedir que el español disponga de tiempo para armar el brazo, por acosar y acosar, y consolida el plan a la perfección. Los pulsos entre ambos plantean una hermosa batalla estratégica y exigen a los dos a repensar sobre la marcha y a rehacerse, a dar con soluciones improvisadas que esta vez están en la mente y la raqueta del italiano. En esta ocasión, el de El Palmar, frustrado, cae por no evitar el cuerpo a cuerpo y por no rebajar un ritmo que no le conviene en este último capítulo, así que Sinner litigará por el título este miércoles con el ruso Medvedev. Pensando ya en la cita venidera del Masters 1000 de Shanghái, esta misma semana, Alcaraz corrobora que para él no hay mayor amenaza que la de su colega, el gran campeón incipiente que tarde o temprano se levantará de verdad.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.